martes, 24 de marzo de 2015

Perdidito.

Casi una semana sin ir... manda huevos.
 Claro, aquí lo leéis todo seguido, pero la anterior entrada es del miércoles... y esta del lunes. Mea culpa, el jueves era el Día del Padre y me cogí una buena mierda, como debe ser, y el viernes no me encontraba muy bien.
El sábado ensayé con mi banda (sí, tengo una banda de Metal, nos llamamos Ahkra y el domingo... me quedé hecho un burrito en las sábanas, vale, no tengo excusa.

Así que llega el lunes y Semana nueva, vida nueva. Vamos para allá. Caliento y no veo a mi preparador por ninguna parte (le llamo mi preparador pero en realidad es el que regenta el sitio, y nos echa una manita a los nuevos), así que saco la rutina y me pongo a hacer ejercicios.
O eso pretendo, porque desde el primer momento tengo problemas interpretando las instrucciones.
Y ahí estoy yo, deambulando cual pollo sin cabeza buscando máquinas por el gimnasio ayudándome de unos dibujitos que no se entienden.

PORQUE NO SE ENTIENDEN. QUE SON UN PUÑAO DE LÍNEAS QUE TIENES QUE DEDUCIR.

 ...¿No me creéis? De acuerdo, decidme QUÉ. ES. ESTO.

Sí, ahora parece fácil, pero esperad a estar allí. Todas parecen iguales. De hecho, esa máquina ni siquiera se encontraba en ese gimnasio. Así podría haberme tirado yo años. AÑOS.
En fin, dejemos de exagerar y continuemos.

Con suerte, echo mano de mis (fingidas) habilidades sociales y pregunto a la gente de por ahí.
Sí, parecen bestias que pueden partirte el esternón solo quitándote de una toba una miga de pan del pecho, pero hablas con ellos y siempre te contestan con una sonrisa.
No es tan fiero el lobo como lo pintan. Dedicaré alguna próxima entrada a hablar de la fauna y flora del gimnasio, pero por hoy me despido, que son la una menos diez, y tengo cosas que hacer. Como por ejemplo, ir al gimnasio. Y morirme de agujetas, también.

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